sábado, 9 de diciembre de 2006

La Creación de la Primavera

Hija, mira todo lo que he creado para ti. Todo esto que puedes ver, aquí a tu alrededor, es todo tuyo. Es un regalo que te he hecho con todo mi amor y mi cariño. Mira estos árboles, con sus troncos zigzagueantes y las ramas que se organizan caprichosamente en capas horizontales. ¿Te gusta como se ven? Cada una de sus formas las diseñé yo cuidadosamente para ti. ¡Y los colores! Mira cuántos tonos de verde, dispuestos armoniosamente para crear este paisaje. Junto con aquellos tintes rojizos donde las hojas parecieran estar absorbiendo el color del sol.

Fíjate en el lago, tiene el agua más pura y cristalina, y ese también es tuyo. En él puedes ver tu reflejo, la imagen de tu dulcísima belleza, al mismo tiempo que le da una curiosa simetría a la vista del lugar. Mira aquel par de árboles, como crecieron entre ese grupo de rocas en medio del lago. Se extienden como si trataran de llegar a lo más alto posible, mientras que su reflejo quiere alcanzar el cielo que parece esconderse debajo del agua.

Y mira también el jardín, bañado por aquel arrollo que busca su camino entre las piedras, lisas y redondas, permitiéndole crecer a todas estas plantas y flores a su alrededor. ¿Y qué me dices de los cerezos? Sé que siempre te han encantado sus pequeñitas flores blancas y rozadas que, justo en esta época, hermosa Primavera, comienzan a brotar hasta que, poco a poco, habrán cubierto toda la vista del jardín.

Además, eres libre de hacer en este lugar lo que tú quieras. Puedes correr en los jardines, puedes nadar en los lagos y caminar por los bosques. Tienes todo este paraíso para ti, para admirarlo y cuidar de él. Cuéntame entonces, ¿por qué teniéndolo todo aquí a tus manos, aún sientes que te falta algo?

Tú sabes cuánto me gusta todo lo que has hecho para mi. Y todo mi corazón nunca será suficiente para poder expresar el agradecimiento que siento. Me encantan los jardines y todas sus flores, adoro todos y cada uno de los pequeños detalles que te esmeraste en colocar. Me fascina también la majestuosidad que impone este lugar. Sin embargo, y a pesar de todo, no puedo evitar sentirme... sola.

Hija mía, ya lo hemos discutido, ¿estás segura de que éso es lo que quieres? Si traigo a más personas a este mundo, ellas tendrán la misma libertad que tú. Y, sin yo tener ningún control, todo podría suceder. Seguro que pronto aparecerían el odio, la envidia y el rencor. No habrá nada que evite que otros puedan mentirte, engañarte o hacerte sufrir. Ni tú misma tendrás control sobre tu vida, es difícil tomar decisiones, y muy sencillo arrepentirse. No quisiera que termines llena de remordimientos, de culpas y de frustraciones que no te corresponden.

Lo sé, me lo has dicho. Pero es que me siento, sola. En verdad quisiera poder compartir este mundo, mi vida y todas mis experiencias con alguien más. ¿Es éste el precio que tengo que pagar para tener derecho al amor, la felicidad y finalmente sentir que mi vida vale la pena?

3 comentarios:

Juan dijo...

Creo que aún le falta un poco de pulir a este pequeño cuento. Pero quería desarrollar un poco la idea antes de que se me olvidara. Comentarios bienvenidos, a ver que les parece. :-)

Rafael Peñaloza dijo...

Pues me gusta la idea, pero la verdad no me gustó la frase final. Será que yo soy demasiado trágico... En cierta forma, ese final es predecible desde que dice que se siente sola a la mitad; pero no me gustaría sugerir otro final, porque entonces cambiaría tu idea inicial.

Juan dijo...

Hola Rafa, gracias por los comentarios y, si, estoy de acuerdo contigo.

Por el momento esta es una de esas ideas que “se veía mejor cuando me la imaginaba en la cabeza”, además que es la primera vez que trato de escribir algo más ‘descriptivo’ (¡sufrí con los primeros tres párrafos!).

Pero voy a tomar en cuenta tus comentarios y seguir dándole vueltas a esta idea en la cabeza a ver si se puede pulir y mejorar un poco.