En muchos comics, series y películas de ciencia ficción hemos visto presentada la idea de como variaciones o mutaciones en el código genético de un individuo pueden hacerle desarrollar ‘poderes mutantes’ que les dan capacidades sobre-humanas. Seguro que a muchos de nosotros, especialmente como niños, ese tipo de historias nos parecían fascinantes. Pero lo que a mi me ha parecido siempre aún más fascinante, es cuando descubrimos que la ciencia-ficción a veces llega a tener un roce con la realidad.
Quienes vean la serie de Heroes sabrán que hay un personaje, Emma Coolidge, cuya habilidad consiste en que, a pesar de ser ciega, ella es capaz de ver el sonido como si fueran luces de colores. Lo interesante aquí es que este ‘poder’ es una capacidad que, de hecho, tiene una base genética y se manifiesta realmente en algunas personas.
Esta condición se conoce como sinestesia y en general se describe como una ‘mezcla’ dentro de nuestro cerebro de diferentes estímulos que percibimos con los sentidos. El caso más común es cuando, por ejemplo, una persona ve las letras o números de ciertos colores particulares. Una persona podría ver al número ‘2’ como rojo, y al ‘5’ como verde. La mayoría de las personas, si nos presentan una figura como la de la derecha, tenemos problemas en distinguir a los números ‘2’ de entre todos los ‘5’s. Pero para una persona con sinestesia, el triángulo formado por los ‘2’s inmediatamente ‘salta’ a la vista. La asignación de colores es, además, automática, involuntaria y consistente para cada persona. Esto es, si una persona ve al ‘2’ como rojo, siempre lo va a ver como rojo.
Otro caso similar, y también de los más comunes, es cuando las personas asignan colores a los días de la semana. O, como en Heroes, cuando los sonidos se convierten en estímulos visuales. Otras manifestaciones de este fenómeno incluyen el asignar sabores a las palabras , o el tener mapas mentales en los que una persona experimenta la ‘posición’ de los números.
Diferentes personas, como se podrán imaginar, experimentan la sinestesia en diferentes grados de intensidad. Se estima que 1 de cada 23 personas experimentan algún tipo de sinestesia, mientras que 1 de cada 90 tienen sinestesia del tipo grafeme-color (asignar colores a números y letras).
Como ya mencioné, estudios han mostrado que la sinestesia tiene un fundamento genético o, en otras palabras, tiende a heredarse de padres a hijos. Pero, ¿cómo es exactamente que la sinestesia ocurre en el cerebro? Neurólogos han estudiado este fenómeno por años, y las primeras hipótesis tenían que ver con señales en el cerebro filtrándose en otras áreas cercanas. Por ejemplo, señales que transmiten información sobre los sonidos que provienen de nuestros odios se podrían estar filtrando en la parte del cerebro que procesa los estímulos visuales.
Estudios más recientes, sin embargo, sugieren que algo más complicado e interesante está ocurriendo. En un experimento realizado por el equipo del Dr Jamie Ward en el Reino Unido, se encontró que el desempeño de personas con sinestesia en tests, como el de los ‘2’s y ‘5’s de arriba, se reduce cuando la imagen se muestra sólo por un lapso muy corto de tiempo. Algunos de los participantes del estudio reportaron que sólo podían ver los colores, si es que estaba prestando atención a los números. Esto sugiere que el proceso de atención en el cerebro juega un papel importante en la sinestesia.
Otra pieza clave viene de un estudio por Aleksandra Mroczko y sus colegas en el Instituto Max Planck. Ellos encontraron que personas pueden transferir de manera consciente, y en tan sólo unos minutos, las asociaciones de colores de un alfabeto a otro. Para mostrar esto los investigadores entrenaron primero a diversos participantes con sinestesia a asociar números y caracteres con los símbolos de un nuevo alfabeto desconocido (ellos usaron el alfabeto glagolítico). Finalmente, para mostrar objetivamente que el ‘color’ de las letras se había transferido también al nuevo alfabeto, los investigadores realizaron una prueba de Stroop.
La prueba de Stroop es, de hecho, un experimento muy sencillo y divertido que muy posiblemente ya han visto antes. La prueba consiste en tratar de decir el color que tienen y no lo que está escrito en las palabras siguientes: verde, azul, rojo. Notarán que es difícil ignorar lo que dice la palabra, y esto hace que uno tenga un ligero retraso en contestar la respuesta correcta. En el caso de los investigadores del Max Planck, ellos mostraban los caracteres del nuevo alfabeto con tinta de diferentes colores, y los participantes tenían o no dificultad para decir el color de la tinta dependiendo de si el color coincidía o no con el que ellos asociaban a ese caracter.
Esto es extremadamente interesante, y muestra que los colores no están asociados, por ejemplo, a la forma particular que tiene el caracter de la letra ‘A’ sino al concepto abstracto de ‘A’. Es la ‘A-dad’ de la ‘A’ la que tiene el color rojo, no el símbolo ‘A’.
Ya para terminar, las últimas piezas de evidencia vienen de la neuroanatomía, donde se estudia la forma y disposición de componentes en el cerebro. Lo que científicos en esta área han encontrado es que personas con sinestesia tienen un mayor volumen de materia gris, además de conexiones novedosas—que la mayoría de la gente no las tiene—distribuidas en todo el cerebro. En efecto, mucho más que un simple ‘corto circuito’, la sinestesia parece ser una novedosa capacidad que se puede desarrollar en el cerebro humano.
Como anécdota personal, yo no parezco tener nada parecido a lo que describo aquí como los casos más impresionantes de sinestesia. Pero si recuerdo, especialmente estando más chico, haber experimentado algo similar al asociar de manera involuntario a los nombres de algunos familiares con colores. Y no es la persona, sino el nombre, la palabra, la que tiene el color. Por alguna razón para mi ‘Gerardo’ siempre ha sido azul. ¿Han tenido o tienen ustedes algunas experiencias similares?
Fuentes principales: [1], [2].
martes, 26 de enero de 2010
Poderes Mutantes
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Escrito por
Juan
a las
3:42 p.m.
7
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ciencia,
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domingo, 17 de enero de 2010
¿Comer, o no comer carne?
Algo que de cuando en cuando me he puesto a reflexionar, especialmente al ir tratando y conviviendo más con personas vegetarianas, es sobre la cuestión de si uno debería o no el incluir a la carne de animales como parte de su alimentación.
Héctor recientemente escribió un post con sus reflexiones, en particular, sobre el hecho de si comer carne es o no moral. En resumen su post concluye que, dado que para poder comer carne se necesita el realizar actos de violencia contra animales, comer carne es definitivamente un acto inmoral.
Yo, por mi parte, estoy de acuerdo con esa conclusión. Hay que hacer énfasis, sin embargo, en que la respuesta a esta cuestión de la violencia contra lo animales no la vamos a encontrar entre un par de “moral e inmoral”, “bueno y malo”, o “blanco y negro”. La respuesta involucrará más bien una escala de grises: ¿Es inmoral ejercer actos de violencia contra una persona? ¿Es inmoral ejercer actos de violencia contra una vaca? ¿Contra un pollo? ¿Contra un pescado? ¿Un huevo? ¿Un insecto? ¿Un molusco? ¿Una planta? ¿Un hongo? ¿Una bacteria? ¿Un virus? Diferentes personas llegarán a diferentes conclusiones, en diferentes circunstancias, y “pintarán su raya” en diferentes puntos de la escala.
Como comentario al margen que no tiene nada que ver, aquí en Alemania hay una cadena de restaurantes italianos llamada Vapiano. Entre sus curiosidades, los restaurantes de esta cadena suelen tener un muro adornado con plantas de diferentes especias. Uno puede ir entonces al muro, tomar una macetita con su especia favorita para llevarla a la mesa, cortarle las hojitas y ponérsela a su comida. A mi la idea de tener a un ser vivo en la mesa, arrancarle pedazos, y comérselos ahí, enfrente de él, me ha parecido siempre algo, uhm, peculiar.
Regresando al punto me parece que, además del aspecto moral, hay otros enfoques que se deben igual tomar en cuenta al reflexionar sobre la cuestión de comer o no carne. Y si algún vegetariano se topa con este post se que aquí van a saltar inconformes, pero un aspecto que me parece a mi también importante es el social. Y es que, hoy en día, ser vegetariano es un inconveniente social.
Muchas veces me ha tocado presenciar, y algunas cuantas ser también el protagonista, de una escena como esta: Alguien invita a sus amigos a comer y prepara algún platillo especial, pero olvida que uno de los invitados es vegetariano, y que el platillo en cuestión contiene carne. La incómoda situación invariablemente sigue con el vegetariano preguntando “¿Uhm, tienes algo que no lleve carne?” y el anfitrión apenado y tratando de improvisar en el momento, “Ehh, ¿una sopa? ¿un taco de ensalada?”. El objetivo de la reunión era compartir con mis amigos algo que considero valioso de mi cultura, y ahora uno de ellos se fue a su casa sin más que una tortilla con sal en el estómago.
El lector atento rápidamente apuntará que todo es culpa del anfitrión. Que un buen anfitrión debería, y eso es lo que después de una o dos metidas de pata uno aprende a hacer, estar preparado y tener siempre una alternativa de comida vegetariana. O de plano no invitar al amigo vegetariano si es que el objetivo principal de la reunión es comer algo esencialmente no-vegetariano. ¿Lo ven? Ser vegetariano es un inconveniente social.
Un lector insistente hará notar que, si todos fuéramos vegetarianos, esto no sería un problema. Y por supuesto estoy de acuerdo pero, en el mundo de hoy, ese no es el caso. Además de que llegar a ese punto involucraría la pérdida de una importante cultura y tradición gastronómica. Sé que este no es un argumento muy fuerte, el que algo se haya venido haciendo por muchos años no quiere decir que este bien hacerlo. Sin embargo también hay que considerar que la cultura gastronómica de muchos países y regiones en todo el mundo, ¡no se diga de México!, está fuertemente basada en la carne.
Dejando a un lado las cuestiones ‘vanales’ sociales, otro aspecto más que se debe considerar—y del que yo no había caído en cuenta hasta muy recientemente—es el impacto que el comer carne tiene sobre nuestro medio ambiente. El argumento más convincente que he escuchado a favor del vegetarianismo está claramente presentado en Home: “Se requieren 100 litros de agua para producir un kilo de papas. 4'000 litros para un kilo de arroz. Y 13'000 litros de agua para un kilo de carne de res. Eso sin contar el petróleo necesario para la transportación del producto final.” Comer carne nos sale, en términos de recursos naturales, muy caro.
Y ya que la mencioné, para quienes no la hayan visto, ‘Home’ es una película que recomiendo ampliamente sobre del problema del desarrollo sustentable. La exposición es muy clara, objetiva y honesta; y la película está disponible de manera gratuita en álta definición en inglés, español, y muchos otros idiomas.
Finalmente, un aspecto más a considerar, es el de la salud. ¿Se requiere comer carne para tener una buena alimentación? ¿Qué tan saludable es comer carne? Sin entrar demasiado en detalles, la evidencia apunta a que una dieta vegetariana es normalmente más saludable, y las personas que siguen una dieta vegetariana suelen tener una vida más larga. Aunque una dieta vegetariana puede ocasionar también una deficiencia de proteínas, hierro, zinc y calcio; es posible también, con el cuidado y atención necesaria, planear una buena dieta vegetariana que pueda compensar y no sufra de tales deficiencias.
Y ya que andamos en el tema, aprovecho para recomendarles este artículo en el blog de Neurológica sobre la evidencia científica que hay detrás de las dietas para perder peso. Y la recomendación que la ciencia nos puede dar para alimentarnos sanamente: ten una dieta variada, basada principalmente en plantas.
Personalmente, mi compromiso ha tratado de ser el reducir mi consumo de carne, trato de ser vegetariano por lo menos dos o tres días a la semana, preferir pollo o pescado a la carne de res o puerco, y en general procurar mantener una dieta más variada y subirle a la cantidad de vegetales. Mi objetivo, sin embargo, no es decirles si deben o no comer carne (o qué tanta), sino hacerles reflexionar sobre los diversos aspectos a considerar, que investiguen, y al final me cuenten también, ¿qué opinan al respecto?
Héctor recientemente escribió un post con sus reflexiones, en particular, sobre el hecho de si comer carne es o no moral. En resumen su post concluye que, dado que para poder comer carne se necesita el realizar actos de violencia contra animales, comer carne es definitivamente un acto inmoral.
Yo, por mi parte, estoy de acuerdo con esa conclusión. Hay que hacer énfasis, sin embargo, en que la respuesta a esta cuestión de la violencia contra lo animales no la vamos a encontrar entre un par de “moral e inmoral”, “bueno y malo”, o “blanco y negro”. La respuesta involucrará más bien una escala de grises: ¿Es inmoral ejercer actos de violencia contra una persona? ¿Es inmoral ejercer actos de violencia contra una vaca? ¿Contra un pollo? ¿Contra un pescado? ¿Un huevo? ¿Un insecto? ¿Un molusco? ¿Una planta? ¿Un hongo? ¿Una bacteria? ¿Un virus? Diferentes personas llegarán a diferentes conclusiones, en diferentes circunstancias, y “pintarán su raya” en diferentes puntos de la escala.
Como comentario al margen que no tiene nada que ver, aquí en Alemania hay una cadena de restaurantes italianos llamada Vapiano. Entre sus curiosidades, los restaurantes de esta cadena suelen tener un muro adornado con plantas de diferentes especias. Uno puede ir entonces al muro, tomar una macetita con su especia favorita para llevarla a la mesa, cortarle las hojitas y ponérsela a su comida. A mi la idea de tener a un ser vivo en la mesa, arrancarle pedazos, y comérselos ahí, enfrente de él, me ha parecido siempre algo, uhm, peculiar.
Regresando al punto me parece que, además del aspecto moral, hay otros enfoques que se deben igual tomar en cuenta al reflexionar sobre la cuestión de comer o no carne. Y si algún vegetariano se topa con este post se que aquí van a saltar inconformes, pero un aspecto que me parece a mi también importante es el social. Y es que, hoy en día, ser vegetariano es un inconveniente social.
Muchas veces me ha tocado presenciar, y algunas cuantas ser también el protagonista, de una escena como esta: Alguien invita a sus amigos a comer y prepara algún platillo especial, pero olvida que uno de los invitados es vegetariano, y que el platillo en cuestión contiene carne. La incómoda situación invariablemente sigue con el vegetariano preguntando “¿Uhm, tienes algo que no lleve carne?” y el anfitrión apenado y tratando de improvisar en el momento, “Ehh, ¿una sopa? ¿un taco de ensalada?”. El objetivo de la reunión era compartir con mis amigos algo que considero valioso de mi cultura, y ahora uno de ellos se fue a su casa sin más que una tortilla con sal en el estómago.
El lector atento rápidamente apuntará que todo es culpa del anfitrión. Que un buen anfitrión debería, y eso es lo que después de una o dos metidas de pata uno aprende a hacer, estar preparado y tener siempre una alternativa de comida vegetariana. O de plano no invitar al amigo vegetariano si es que el objetivo principal de la reunión es comer algo esencialmente no-vegetariano. ¿Lo ven? Ser vegetariano es un inconveniente social.
Un lector insistente hará notar que, si todos fuéramos vegetarianos, esto no sería un problema. Y por supuesto estoy de acuerdo pero, en el mundo de hoy, ese no es el caso. Además de que llegar a ese punto involucraría la pérdida de una importante cultura y tradición gastronómica. Sé que este no es un argumento muy fuerte, el que algo se haya venido haciendo por muchos años no quiere decir que este bien hacerlo. Sin embargo también hay que considerar que la cultura gastronómica de muchos países y regiones en todo el mundo, ¡no se diga de México!, está fuertemente basada en la carne.
Dejando a un lado las cuestiones ‘vanales’ sociales, otro aspecto más que se debe considerar—y del que yo no había caído en cuenta hasta muy recientemente—es el impacto que el comer carne tiene sobre nuestro medio ambiente. El argumento más convincente que he escuchado a favor del vegetarianismo está claramente presentado en Home: “Se requieren 100 litros de agua para producir un kilo de papas. 4'000 litros para un kilo de arroz. Y 13'000 litros de agua para un kilo de carne de res. Eso sin contar el petróleo necesario para la transportación del producto final.” Comer carne nos sale, en términos de recursos naturales, muy caro.
Y ya que la mencioné, para quienes no la hayan visto, ‘Home’ es una película que recomiendo ampliamente sobre del problema del desarrollo sustentable. La exposición es muy clara, objetiva y honesta; y la película está disponible de manera gratuita en álta definición en inglés, español, y muchos otros idiomas.
Finalmente, un aspecto más a considerar, es el de la salud. ¿Se requiere comer carne para tener una buena alimentación? ¿Qué tan saludable es comer carne? Sin entrar demasiado en detalles, la evidencia apunta a que una dieta vegetariana es normalmente más saludable, y las personas que siguen una dieta vegetariana suelen tener una vida más larga. Aunque una dieta vegetariana puede ocasionar también una deficiencia de proteínas, hierro, zinc y calcio; es posible también, con el cuidado y atención necesaria, planear una buena dieta vegetariana que pueda compensar y no sufra de tales deficiencias.
Y ya que andamos en el tema, aprovecho para recomendarles este artículo en el blog de Neurológica sobre la evidencia científica que hay detrás de las dietas para perder peso. Y la recomendación que la ciencia nos puede dar para alimentarnos sanamente: ten una dieta variada, basada principalmente en plantas.
Personalmente, mi compromiso ha tratado de ser el reducir mi consumo de carne, trato de ser vegetariano por lo menos dos o tres días a la semana, preferir pollo o pescado a la carne de res o puerco, y en general procurar mantener una dieta más variada y subirle a la cantidad de vegetales. Mi objetivo, sin embargo, no es decirles si deben o no comer carne (o qué tanta), sino hacerles reflexionar sobre los diversos aspectos a considerar, que investiguen, y al final me cuenten también, ¿qué opinan al respecto?
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