domingo, 25 de marzo de 2007

Multiverso

‘... yo no me quiero ir, pero es que no podemos continuar si las cosas siguen así. Y la pregunta es muy sencilla Mario, después de todos los problemas, y de todo lo que nos ha pasado, ¿aún me amas?’

Claro que la pregunta es sencilla, pero no es nada fácil de contestar, después de tanto tiempo que hemos vivido juntos, y es que claro que te amo, muchísimo, pero no podemos dejar que las cosas sigan así, que caso tiene seguir juntos si parece que lo único que hemos sabido es lastimarnos y hacernos daño... ‘Ana, creo que... creo que ya no te amo.’

‘¡Pues entonces qué estúpido caso tiene que siga yo aquí!’ De un golpe Ana levantó la maleta que había preparado con sus cosas al mismo tiempo que daba la vuelta para salir del departamento que había sido su hogar en los últimos cinco años.

Mario se quedó solo en la recámara. Pensando, repasando una y otra vez en su mente todo lo que acababa de ocurrir. ‘Eres un idiota, ¿por qué la dejaste ir?’ Ya era tarde, y aunque sabía que no podría descansar gran cosa, lo mejor sería tratar de dormir algo. Mañana lo espera otro largo día de trabajo, donde a nadie le importarían sus problemas personales, sólo el hecho de que la presentación del siguiente proyecto tiene que ser terminada antes del viernes.

Y estaba Mario apenas conciliando el sueño cuando fue traído de vuelta a la realidad para encontrarse besando a Ana a quien tenía entre sus brazos. Los dos se besaban apasionadamente mientras se quitaban el uno al otro la ropa. ‘¿Decidiste volver?’

‘¿De qué hablas? Nunca me fui.’

Son las 8 de la mañana, Mario despierta, y se encuentra de nuevo solo. Ana no está. Pero sí está la ropa de ella en el suelo y la maleta junto a la puerta. Se escucha también el sonido de la regadera. Mario se levanta y sale de la recámara hacía la cocina donde enciende la cafetera. Se alcanza a escuchar como cierran la llave de la regadera y unos segundos después suena el teléfono.

‘¿Mario? Soy Lucía, Ana vino anoche destrozada y se quedó aquí conmigo.’

‘¿Ana? ¿De qué hablas Ana está aquí con...’ En ese momento Mario entraba de nuevo en la recamara para encontrarla vacía. La ropa y la maleta de Ana habían desaparecido.

‘Ella está muy mal. Quiere hablar de nuevo contigo para tratar de arreglar las cosas. Dale por favor otra oportunidad, después de tanto tiempo que han vivido juntos, ¿puedes verla a la una en el café 22?’

No entiendo, ¿qué está pasando? ¿fue todo un sueño? ¿será bueno que la vea de nuevo? ‘¿A la una? Si, está bien, dile que voy a estar ahí. Pero, entonces, ¿ella está contigo ahora?’

‘Sí, aquí está, no te preocupes. Va a estar ella aquí conmigo, yo le digo que se ven entonces a la una. Si hacen tan bonita pareja, ¡por qué se pelean!’

Dos horas más tarde estaba ya Mario en el trabajo y, después de inventar alguna excusa por haber llegado tarde, se encontraba frente a su computadora trabajando en la presentación. O al menos pretendiendo que lo hacía. Su mente estaba completamente perdida en otro lugar.

Hasta que, nuevamente, fue traído de regreso al mundo por un sonido mecánico y repetitivo. Esta vez se trataba de un mensaje en el celular: “Te amo. Sé que aunque querías no podías quedarte. Mucho éxito con la presentación! Te espero en casa para comer. Ya te extraño!” ¿En la casa? ¿No dijo Lucía que en el café? ¿Aún tiene Ana sus llaves?

Después de inventar otro pretexto, que por supuesto a su jefe no le hizo ninguna gracia, Mario salió del trabajo regreso a casa para buscar a Ana. Nada parecía hacer sentido. Anoche, ¿Ana se fue con Lucía? ¿Qué hace ahora ella en la casa? Quizá el ver a Ana y hablar con ella traerá respuestas.

Acaba de entrar Mario por la puerta cuando escucha que alguien lo llama de la cocina. ‘¿Qué haces? ¡Ven a ayudarme con la comida!’ Mario cerró la puerta y se dirigió a la cocina donde finalmente la vio a ella, apenas vestida con ropa interior y una camiseta, picando verduras para preparar algún platillo. ‘¿Saliste? ¿Qué hacías afuera? ¿Te aburriste de pasar toda la mañana conmigo y ya te querías ir?’

‘No.’ Nada hacia sentido para Mario, y no supo nada mejor que contestar.

‘Anda, ayúdame, ¿puedes ver si queda algo de pimienta en la alacena?, aquí ya no hay nada.’

Aún con la mente prácticamente paralizada, y pareciendo que lo que más tenia sentido era seguir aquellas órdenes, Mario abrió la puerta de la alacena para buscar el condimento en cuestión. ‘Aquí está.’ Cierra la puerta y de pronto lo único que puede ver de frente es su propia mano sosteniendo un frasco con pimienta. Ana se ha ido. La cocina está vacía, y nadie parece haber estado en ella desde esta mañana cuando él mismo entró para encender la cafetera.

El celular suena de nuevo. Esta vez no es una llamada ni un mensaje, es un recordatorio que él mismo había puesto: ‘1pm. Ver a Ana en el 22’. La lógica ha dejado de funcionar desde hace horas y, en este momento, lo que Mario necesita desesperadamente es una explicación.

‘¿Gusta algo de tomar mientras espera?’ preguntó el mesero del café 22.

‘Sólo un café, gracias.’ ¿Qué diablos ha estado pasando todo el día? ¿Dónde está Ana? ¿Vendrá a la cita? Nada de esto tiene sentido. ¿Es acaso todo esto una complicada y elaborada broma que alguien me está gastando? Eso tiene aún menos sentido.

Media hora después de razonamientos infructuosos, al frente se encontraba con una taza de café vacía y ninguna Ana. Tomó su celular y decidió hacer una llamada. ‘¿Lucía? ¿Sabes donde está Ana? La estoy esperando aquí en el café, pero parece que ella no ha llegado.’

‘¿De qué hablas Mario? ¿Te gusta jugar el papel de idiota? En la mañana me dijiste que no querías volver a verla. Y la pobre no ha hecho más que llorar conmigo todo el día. ¡Eres un estúpido inmaduro!’

El mesero debió de adivinar por la cara inexpresiva de Mario mientras colgaba el teléfono que su cita no lo acompañaría esta tarde. ‘¿Se le ofrece algo más?’

‘No. Gracias. Quizá lo único que necesito es descansar.’ Mario dejó un billete sobre la mesa, y se levantó para caminar hacia la salida.

‘¿Mario? ¿A donde vas?’ Al dar la vuelta Mario vio a Ana que salía de los sanitarios del café y venía caminando hacia él. En la mesa de donde él se acaba de levantar habían dos tazas de café vacías. ‘¿Te ibas a ir así sin despedirte?’

‘¿Ana? ¿Pero... qué está pasando? De pronto estás aquí, de pronto te desapareces. Acabo de hablar con Lucía, que me dice que estás con ella. Y luego estás aquí, y hace un momento en la casa. No entiendo. ¿Me estoy volviendo loco?’

‘¿De qué hablas? Mario. Tranquilo. Aquí he estado yo contigo, desde hace más de media hora. Platicando los dos juntos. ¿Cómo que desaparezco?’

‘Anoche me preguntaste, si yo aún te amaba.’

‘Lo sé, y me dijiste que no. No me lo recuerdes.’

‘Pero entonces regresaste, y pasamos la noche juntos.’

‘¿Cómo? Yo estuve con Lucía. ¿Te acostaste con alguien?’

‘Si. Contigo.’

‘Mario, esto no tiene ninguna gracia, y me estás haciendo enojar...’

‘Pero luego en la mañana, no estabas. Y me llamó Lucia, y yo le dije que te vería aquí en el café. Pero luego, cuando estaba yo en el trabajo, llegó un mensaje tuyo, diciendo que estabas en la casa. Que ahí me estabas esperando.’

‘¿De qué hablas?, yo no envié na...’ En ese momento Mario buscó el mensaje en el celular y se lo mostró a Ana. ‘Bueno, ese es mi número, pero...’

‘Es como si hubiera otra Ana, que anoche se quedó conmigo, y esta mañana se quedó en casa esperándome, la que me envió el mensaje.’

‘Pues eso habría hecho, si no hubieras dicho que no me...’

‘Bueno, y hay otras Anas. Otra de ellas piensa que estuve con ella toda la mañana, y también la otra que, según Lucia, le dije que no quería volver a verla. Es como si, a veces decidiera algo, y al mismo tiempo lo contrario... y experimentara las consecuencias de todas mis decisiones opuestas. Y no sé qué hacer. ¿Cómo puedo salir de aquí?’

‘Sabes que lo que dices no tiene mucho sentido, ¿verdad? Pero lo del mensaje, es muy extraño. Mira, yo no envié nada desde mi celular. ¿Y si lo que dices es cierto? Quizá el problema es que no te atreves a tomar tus decisiones y... ¡No! Mario, esto no tiene ningún sentido. ¿Estás jugando conmigo?’

‘No sé. Para mí el mundo ha dejado de tener sentido.’

‘Pues... quizá... sólo tienes que aclarar tu mente y... decidirte. Mario, ¿aún me amas?’

4 comentarios:

r0dr160 dijo...

Santo!!!, qué está pasando????

Muy chido relato :D

Juan dijo...

Comentario original de angeliux:

No me gusto el cuento, No me gustan los juegos que tratan de confundir, porque la verdad es sencilla como en los ninios.

Pero bueno vamos a desenredar a Mario, Mario es un inseguro, primero no se ha dado cuenta que el Amor lo tiene, viene de Dios, es eterno y nunca se acaba [...]


(ver comentario completo)

Hek@nibru dijo...

- Boy, stop messing with that poor creature's mind! You're going to make him go crazy!
- Sorry mum, it's just that the regular game is too boring...

(And I'm not only talking about Mario's mind)

Rafael Peñaloza dijo...

Muy buen cuento, Juan; me encantó todo, la idea y cómo la escribiste.

Saludos.